
- octubre 8, 2025
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Este martes 7 de octubre de 2025, la comunidad científica continúa analizando el impacto de una tormenta solar sin precedentes que azotó el planeta en mayo de 2024. El evento, considerado el más intenso de los últimos 20 años, obligó a la NASA a cambiar sus operaciones espaciales y encendió las alarmas sobre nuestra vulnerabilidad tecnológica al comportamiento del sol.
Una explosión que trasciende fronteras
La tormenta geomagnética fue causada por una serie de explosiones solares y eyecciones de masa coronal (CME) que viajaron a más de 4,8 millones de kilómetros por hora. El impacto fue tan grande que satélites como ICESat-2 entraron en “modo seguro” para evitar daños. Además, las auroras boreales se hicieron visibles en regiones tan inusuales como el sur de Estados Unidos y el norte de la India, sorprendiendo incluso a los expertos.
Elizabeth MacDonald, científica espacial de la NASA, calificó el fenómeno de “verdaderamente histórico”. Por su parte, Teresa Nieves Chinchilla, directora en funciones de la Oficina de Meteorología Espacial, confirmó que el suceso será objeto de investigaciones durante al menos cinco años.
Tecnología en riesgo
Aunque la atmósfera terrestre nos protege del impacto directo de estas tormentas, sus efectos pueden alterar los sistemas eléctricos, las redes de comunicaciones y los satélites. El descubrimiento de eventos similares en el pasado, como el llamado evento Miyake ocurrido entre el 664 y el 663 a.C. tuvo lugar. C., refuerza la necesidad de comprender mejor estos fenómenos. Estas tormentas contienen hasta 20 veces más radiación cósmica de lo habitual.
El sol habla, ¿estamos escuchando?
La actividad solar actual está alcanzando niveles sin precedentes. Los científicos advierten que lo que estamos presenciando hoy podría ser sólo el comienzo de una serie de cambios que impactarán directamente la vida en la Tierra. La NASA y otras agencias espaciales están ajustando sus protocolos y tecnologías para prepararse mejor para futuras tormentas solares.
Este fenómeno nos recuerda que si bien el sol es fuente de vida, también puede convertirse en una amenaza silenciosa. Prestar atención a su comportamiento ya no es sólo una cuestión científica, sino una necesidad global. El futuro de nuestras comunicaciones, energía y exploración espacial depende de ello.