
Los relojes en San Pedro resonaron con la emotividad de al menos 400,000 personas en Roma que se reunieron para rendir tributo al Papa Francisco. En una impresionante concentración en la Plaza del Vaticano, se emitieron homenajes en varios idiomas, siendo el mandarín incluido por primera vez. Así, el mundo se despidió de Jorge Mario Bergoglio, quien, al asumir el papado, eligió el nombre de Francisco, un símbolo de humildad y cercanía con los más desfavorecidos.
La misa estuvo presidida por Giovanni Battista RE, decano de la Universidad Cardinal, y contó con la participación de 224 cardenales, así como 750 obispos y sacerdotes. El ataúd, hecho de madera y zinc, fue sellado la noche anterior y se colocó frente al altar. Tras la Eucaristía, en presencia de dignatarios mundiales y miles de fieles, el ataúd hizo su recorrido desde la Plaza de San Pedro hasta la Basílica de Santa María La Mayor, en el corazón de Roma, cumpliendo así el deseo del Papa Francisco.
Este funeral marca un hito histórico, ya que es el primero de un Papa que se realiza fuera de los muros del Vaticano desde el de León XIII en 1903. Durante “su último viaje”, el ataúd recorrió las emblemáticas calles de la ciudad eterna a bordo del Papamóvil, pasando frente a monumentos icónicos como el Coliseo y los foros imperiales, lo que simboliza el fuerte vínculo del Papa con su gente y su misión pastoral.
Diego Burigen, un argentino de 33 años que trabaja en el ámbito de la computación y se encontraba en Roma, expresó: “Soy católico, pero no practico, y por primera vez me sentí representado por el Papa Francisco, no solo porque es argentino, sino por todo lo que hizo”. Estas palabras resaltan la profunda conexión que muchos ciudadanos sienten hacia el Papa, quien siempre abogó por los necesitados y marginados de la sociedad.
A diferencia del gran despliegue de la ceremonia pública en la Plaza, el funeral que tuvo lugar a las 13:30 fue una ceremonia más íntima. Este estuvo presidido por el cardenal Camarleng Kevin Farrell, junto a los familiares del primer Papa latinoamericano, dejando una huella profunda en aquellos que lo conocieron de cerca.
La tumba de Francisco refleja la sencillez que él siempre proyectó: hecha de mármol proveniente del norte de Italia, es el único registro que tiene el nombre “Francisco”. Los fieles podrán visitarlo desde el próximo domingo, permitiendo que su legado perdure entre la comunidad católica que lo veneró.
La despedida en Argentina
Miles de argentinos se concentraron el sábado en Buenos Aires para rendir homenaje al Papa Francisco, quien nunca regresó a su país, pero dejó un legado invaluable en la defensa de los excluidos. La Plaza de Mayo, un punto neurálgico de la vida política argentina, se convirtió en un templo a cielo abierto. Allí se erigió un altar en las escaleras de la catedral, donde Jorge Bergoglio fue arzobispo hasta 2013, año en que partió hacia el Vaticano para asumir como Papa.
Los grandes monitores permitieron a los creyentes seguir la misa, y los vendedores ambulantes ofrecieron fotografías y recuerdos con la sonrisa característica del pontífice. En medio de la tristeza, también hubo espacio para el recuerdo feliz, incluidos bailes y celebraciones de su vida y legado.
“Espero que Agustina Renfiges, una enfermera de 46 años que llegó temprano al evento, mencionó a AFP. ‘Aquí, la gente pobre lo amaba. Francisco dejó un legado importante, especialmente la idea de servir a los demás en lo que uno hace'”, reflexionó emocionada.
El arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, instó durante su sermón a que los cristianos no vivieran su fe encerrados en cuatro paredes. “Seamos la iglesia en salida, como siempre sugirió Francisco”, concluyó, recordando la importancia de actuar en el mundo con el amor y la compasión que el Papa siempre demostró.