


Decía Javier Marías que sólo la muerte define y redime el destino de los hombres: sólo su corte poco atractivo hace que las posibilidades de la vida, con sus luces y sombras, adquieran la condición de un hecho completo y absoluto, una historia que tiene un principio, un desarrollo y un final, tal como la flecha que recorre el aire, que somos todos, y hasta encontrar el fin para siempre.
Esto fue lo que ocurrió hace treinta años, el 2 de noviembre de 1995, cuando asesinaron Álvaro Gómez Hurtado cuando dejó su clase de cultura colombiana en la Universidad Sergio Arboleda, de la cual fue fundador e inspiración. Pero ese día, como dice el poema de Miguel Hernández, “la temprana muerte alzó el vuelo, amaneció” y el fuego de ametralladora truncó su vida de valiente luchador de ideas.
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Tu compañero y amigo José del Cristo Huertas Hastamorirla otra víctima fatal de ese día, corrió hacia él para protegerlo, luego le gritó al conductor, Luis Ojeda, que siguiera adelante, que les estaban disparando. Ya fue inútil: una bala que ingresó por el costado izquierdo le rompió el corazón a Álvaro Gómez Hurtado, quien sin embargo llegó con vida a la Clínica del Country, a pocos kilómetros de donde se produjo el ataque.
El médico que lo atendió, el pequeño hijo de una amiga de Margarita Escobar, esposa de Álvaro, que esperaba expectante en la habitación de al lado mientras su marido era operado, no podía entender cómo el corazón de un hombre que agonizaba en sus manos, porque ya estaba muerto, podía seguir latiendo así. Fue una especie de milagro, dijo, al menos un misterio que la ciencia no podía explicar.
María Mercedes Gómez Escobar, la hija mayor de Gómez Hurtado, que llegó a la clínica tras subirse a la moto de un desconocido desde el otro extremo de la ciudad nada más enterarse por la radio de la noticia del atentado -“llévame ya al campo”, le dijo al niño, que se quedó atónito al escucharla-, fue quien despejó la duda que le habían arrojado hace tres años con su argumento: padre, eso es lo que todavía hace que el corazón lata.
Prefiero pensar en este último momento de su vida, en ese momento, como un resumen de lo que siempre fue, un símbolo de alguien que solía pelear cada batalla con dedicación y desinterés, con apego a la excelencia independientemente del resultado.. Ya estaba acostumbrado a ganar, pero como le dijo una vez a Margarita en una carta cuando eran jóvenes, lo que le importaba era tener razón.
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Y lo tenía a menudo, casi siempre antes de tiempo. Por eso, sus oponentes realmente lo respetaron y admiraron y muchos de ellos solían, sin decirlo, gobernar con sus ideas, aceptando sus propuestas avanzadas que sorprendieron a quienes lo asociaban con el conservadurismo y la caverna, el sectarismo y la reacción. Pero Álvaro Gómez era un rebelde y un inconformista: un crítico inquebrantable de las causas del atraso de nuestra sociedad.
También era un conservador orgulloso, por supuesto, un hijo después de todo. Laureano Gómez. “Quizás aquí nadie sea más conservador que yo”, dijo alguna vez en una entrevista, aunque también lamentó, en sus últimos años, que ese espíritu ya no tuviera una personalidad política que lo representara con estatura y dignidad, ya que el partido que lleva ese nombre se había convertido en una cámara de “manzanillos y curuleros”, fue la expresión que utilizó.
Gómez era un esteta y un pensador, y para él la política tenía esta dimensión filosófica más allá de la acción: era el dominio de las ideas, la gran empresa del espíritu. Su obsesión era entender el mundo, comprenderlo y luego cambiarlo. Por eso me aterrorizaban los ideólogos y los bienhechores: los utópicos que creen que basta con decir y prometer cosas para que simplemente sucedan, para que se hagan realidad.
Álvaro Gómez Hurtado. Imagen:Archivo
Había vivido de niño en Berlín y un día, cuando iba al colegio en Neukölln, tuvo que esconderse en una estación de metro porque vio a un grupo de nazis entrar en pánico. Cuando salió al otro lado, volvió corriendo, porque ahora eran los bolcheviques los que marchaban por la ciudad. En cierto modo, la encrucijada fue donde él nació: en la forma de totalitarismo que acabó con la democracia después de la Primera Guerra Mundial.
De hecho, nació en Bogotá, el 8 de mayo de 1919, un mes antes de que se firmara el Tratado de Versalles que puso fin a aquella guerra en el Frente Occidental, la Gran Guerra. Unos días más tarde, como si presagiara la antigua Roma, tuvo lugar un eclipse solar total en la Isla Príncipe de África, demostrando la teoría de la relatividad general de Albert Einstein.
Este hecho siempre tuvo un significado nefasto para Gómez porque la idea de relatividad, que era física, también había sido trasladada al ámbito de la ética y la política, Por lo tanto, dijo, el mundo en el que había nacido ya no tenía valor absoluto, nadie creía en nada eterno. Por lo tanto, junto con el marxismo, el psicoanálisis freudiano le parecía la peor herejía de los tiempos modernos, la brecha por la que el charco de la verdad estaba a punto de escurrirse.
El acontecimiento internacional que caracterizó su vida, desde el principio, fue la Revolución Rusa: la victoria del comunismo en uno de los bastiones de la civilización cristiana cambió el rumbo del siglo XX y trajo, como algo inevitable, la deriva dictatorial y totalitaria tanto de izquierda como de derecha hasta el desastre de la nación. La Segunda Guerra Mundial. El comunismo fue, para Gómez, un “compañero de viaje”, la sombra bajo la cual se abrió camino.
En mayo de 1988, fue secuestrado por el grupo guerrillero M-19, y allí, en cautiverio, sus guardias le dieron a leer un ejemplar de El Capital, de Karl Marx, que se sabía casi de memoria, y no sólo eso: por la tarde les dio a sus verdugos un curso de historia y teoría marxista, explicándoles los fundamentos de la revolución y la ideología de la revolución, que la revolución era ad terminismo. inevitable.
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Curiosamente, en aquellos días tuvo lugar en Moscú el XIX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, donde se aprobaron las medidas de Mikhail Gorbachev de “perestroika” y “glasnost”, apertura económica y apertura política del régimen. Si eso sucede, pensó Gómez en su cautiverio, entonces el comunismo ruso está muerto; Esto es lo que escribió en su diario: “Parece que el comunismo y yo vamos a morir al mismo tiempo”.
Escribió el diario en francés, idioma que aprendió desde pequeño, por lo que los secuestradores no pudieron entenderlo del todo. Eso fue lo que hizo mientras pasó las últimas horas del encierro: escribir, pintar y hablar con sus captores, quienes un día incluso los ayudaron a decorar su habitación como si estuviera en Tierra Caliente (estaban en Bogotá) porque tenían que enviar pruebas de su supervivencia. “Nadie nos va a creer que este es un país cálido”, les dijo Gómez.
Allí también, convencido de que pretendían matarlo, repasó detenidamente su vida desde la infancia hasta el momento en que fue secuestrado tras abandonar la misa. Pensó en cómo su destino no podía separarse del hecho ineludible de ser hijo de Laureano Gómez, con quien fue durante décadas el mejor interlocutor y el mejor intérprete, el heredero de su cauda y en su juventud un soldado duro y combativo de su causa. Lo marcó para siempre.
Pensó en los años brutales de La Violencia, la guerra civil no declarada entre el Partido Liberal y el Partido Conservador, el proceso de decadencia moral en el que contribuyó el fanatismo y la indolencia de los dirigentes, el sectarismo, lo que Aníbal Galindo llamó en el siglo XIX “partidismo”. Hundieron a Colombia en un infierno bárbaro, como dijo Alberto Lleras cuando asumió como primer presidente del Frente Nacional en 1958.
También pensó en el Frente Nacional, la tregua que terminó con la violenciaaunque muchos críticos sostienen que lo que hizo fue desviarlo hacia un pacto elitista que provocó males peores que los que pretendía evitar. Álvaro Gómez discutió esta tarde a solas con sus captores, donde M-19 Según sus fundadores, surgió como una protesta contra el control cerrado y exclusivo del sistema bipartidista.
Aquella coincidencia nunca dejó de parecerle extraña a sus ojos, ya que su obsesión de toda la vida había sido la misma: cambiar las cosas, rebelarse contra el destino de la miseria y la pequeñez de un país condenado al subdesarrollo. Sí: representó a la institución como ningún otro, fue una de sus figuras emblemáticas, que la iba a negar, pero al mismo tiempo, por paradójico que parezca, fue uno de sus críticos más elocuentes y radicales.
El problema es que su nombre había quedado manchado, para siempre, con el estigma de la violencia; En la interpretación binaria y maníaca de la guerra civil no declarada, en la historia pública impuesta por esa tragedia, en la historia del bien y del mal que suele ser inevitable porque la gente necesita héroes y villanos, el nombre de la familia Gómez siguió siendo el de los únicos promotores del hampa.
¿Fue una injusticia? Había aprendido a no quejarse nunca, también porque sus excesos infantiles eran indiscutibles, la lealtad y moderación con la que defendió a su partido durante los años más difíciles del conflicto. Pero no fue el único, para nada, en ambos lados muchos otros actuaron de la misma manera, de eso se trataba este horror, y aún resultaba intrigante el cultismo con el que muchos le mostraban el cultismo de su juventud.
Entre otras razones, nunca llegó al poder, aunque cuando salió del robo fue uno de los protagonistas y artífices del proceso de cambio y apertura política más importante de la historia de Colombia en el siglo XX, la Asamblea Constituyente de 1991, una verdadera revolución sin armas. Gómez negoció allí un acuerdo con sus secuestradores del día anterior, el M-19, que fue definitivo para abrir este fructífero y generoso debate del que surgió la nueva constitución.
¿Una constitución imperfecta? Sí claro, como todos, por suerte. Pero una constitución producida por un consenso amplio y plural como los que ha habido muy pocos en nuestra historia, quizás ninguno más, la verdad es, donde muchas fuerzas políticas y sociales se unieron para escribir un texto en el que finalmente se reconociera y presentara una idea de nación colombiana que antes, durante décadas, se caracterizó por la exclusión, la violencia y el rechazo.
Quienes estuvieron en ese proceso admiten que en él fue fundamental la imagen de Álvaro Gómez, especialmente sus oponentes, quienes esperaban encontrarse con un gótico cavernícola que coincidía con sus prejuicios y la leyenda negra, y en cambio vieron a un hombre sabio y refinado, culto, sensible, respetuoso, dispuesto al diálogo. En realidad era un romántico y así siempre pensó en su vida, como una aventura del espíritu.
O más bien como una batalla que había que librar con pompa y espectáculo, independientemente del resultado; convencer y no derrotar, de eso se trataba, según don Miguel de Unamuno, quien le enseñó a hacer un lazo de papel cuando era niño. Así también vio su muerte y se lo dijo a Daniel Coronell en una entrevista que está en YouTube: “La muerte es lo más importante que le puede pasar a una persona en la vida… Y hay que hacerlo con pasión…”.
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El 2 de noviembre de 1995 fue asesinado Álvaro Gómez. Había escrito anteriormente: “Ser abatido por una ametralladora, como parecía ser mi suerte, no debe considerarse una desgracia singular, tal vez no fue ‘muerte profesional’, como argumentó Segismundo Malatesta, pero en las condiciones actuales del país y del mundo, tal muerte no podría ser un sacrificio inútil sino más bien la creación de un símbolo que convocaría a un movimiento de avivamiento…”
Fue hace treinta años y su memoria, como su corazón aquel día, aún late.
JUAN ESTEBAN CONSTAÍIN
Especial para EL TIEMPO

































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































