La reciente política adoptada por la administración de Donald Trump ha generado una gran preocupación e incertidumbre en la comunidad científica a nivel internacional. El Instituto Nacional de Salud (NIH) de los Estados Unidos, la principal entidad encargada de la investigación biomédica en el país, ha tomado la decisión de suspender los pagos a una serie de proyectos de investigación que tienen lugar en el extranjero. Esta drástica medida se justifica, según sus responsables, con motivos relacionados con la falta de transparencia y los riesgos que esto podría implicar para la “seguridad nacional”.

La consecuencia de esta decisión no es trivial, ya que ha amenazado la continuidad de múltiples proyectos de alta relevancia que manejan presupuestos millonarios en áreas críticas como la investigación sobre el cáncer, el VIH y la genética humana. Investigadores de distintas partes del mundo, incluyendo Europa, Asia, África y América Latina, han sentido el impacto directo de esta política, que pone en peligro su capacidad de seguir adelante con investigaciones que podrían ser fundamentales para el avance de la ciencia y la salud global.

Este movimiento también se encuentra enmarcado dentro de un contexto más amplio de recortes significativos destinados a las áreas de ciencia y salud pública. Bajo la dirección del nuevo líder del NIH, Jay Bhattacharya, la administración ha presentado un borrador de presupuesto para el año 2026 que propone reducciones drásticas en el financiamiento de agencias clave como la Fundación Nacional para la Ciencia, el Centro para el Control de Enfermedades y la NASA. En contraste, se observa un aumento en el presupuesto dedicado a gastos militares y medidas de protección fronteriza, lo que suscita más inquietudes entre los investigadores.

Investigadores de renombre, como Javier Martínez-Picado y Rodic Guigó, cuyas iniciativas dependen en gran medida del apoyo financiero brindado por EEUU, han expresado su inquietud respecto a la falta de claridad en las políticas futuras y los potenciales efectos adversos que esta situación podría acarrear sobre investigaciones a nivel mundial. La falta de financiación y los recortes en el presupuesto han avivado un debate crucial sobre cómo Europa y otras regiones dependen del financiamiento estadounidense para proyectos de investigación que son vitales para el avance científico.

Investigadores, como Marta Melé, han comenzado a advertir sobre el riesgo de que el talento científico se desplace a otros continentes como resultado de esta inestabilidad, subrayando la necesidad urgente de que los gobiernos europeos tomen medidas de “rescate” para proteger e impulsar la investigación local. La incertidumbre continúa en el horizonte para estos valiosos proyectos, que permanecen a la expectativa de que el Congreso de los Estados Unidos apruebe o modifique los presupuestos propuestos, lo cual determinará su futuro y la continuidad de investigaciones tan necesarias.