El gobierno chino ha intensificado su campaña contra las iglesias no registradas, arrestando a varios pastores acusados ​​de realizar actividades religiosas sin permiso del Estado. Las autoridades cerraron templos y confiscaron materiales religiosos, reafirmando su política de “control total” sobre las prácticas religiosas en el país.

La medida ha provocado preocupación internacional por la creciente persecución de las comunidades cristianas independientes, particularmente aquellas que operan fuera del marco oficial del Partido Comunista.

Iglesias bajo supervisión y control estatal

Según medios locales y organizaciones de derechos humanos, la represión se centró en provincias como Henan, Anhui y Sichuan, donde hay muchas congregaciones indígenas que no están reconocidas por el Estado. Los templos cerrados pertenecían a iglesias protestantes independientes, muchas de ellas con décadas de historia y una fuerte base comunitaria.

El gobierno chino exige que todas las comunidades religiosas se registren en la Administración Estatal de Asuntos Religiosos y se sometan a la supervisión directa del Partido. Cualquier grupo que no lo haga se considera ilegal y está sujeto a sanciones.

Pastores arrestados y materiales confiscados

Varios líderes religiosos fueron encarcelados acusados ​​de “perturbar el orden público” y “dirigir organizaciones ilegales”. En algunos casos, las autoridades confiscaron Biblias, equipos audiovisuales y documentación relacionada con donaciones o actividades misioneras.

Los activistas denuncian estas detenciones como parte de una estrategia para eliminar todo espacio para la independencia espiritual. “El gobierno busca controlar no sólo la religión, sino también la conciencia de la gente”, explicó un portavoz de la organización ChinaAid, con sede en Estados Unidos.

Control ideológico extremo

El endurecimiento de la política religiosa forma parte del plan del Estado para “sinizar” la fe y adaptar todas las prácticas a los valores y directrices del Partido Comunista. Este programa incluye la revisión de los sermones, la sustitución de símbolos religiosos por imágenes de líderes políticos y la prohibición de la enseñanza de la fe a menores.

Los expertos advierten que este nuevo nivel de vigilancia podría marcar el comienzo de una fase de control religioso extremo, que afectaría a todas las religiones, incluidas las comunidades católica, musulmana y budista que no están alineadas con el Estado.

Reacción internacional

Varias organizaciones de derechos humanos han pedido a Pekín que respete la libertad religiosa y libere a los pastores encarcelados. Sin embargo, el gobierno chino sostiene que sus acciones tienen como objetivo mantener la “estabilidad social” y evitar la “infiltración extranjera” en los asuntos religiosos.

A medida que se intensifica el control ideológico, la fe en China enfrenta uno de sus mayores desafíos contemporáneos: sobrevivir bajo estricta vigilancia estatal.