Este sábado 16 de agosto, el asteroide 2025 PR1, según el Laboratorio de Propulsión de Jet de la NASA (JPL), hizo el enfoque máximo de la Tierra a las 2:21 a.m. (hora de Londres). Aunque su nombre suena intimidante, este cuerpo rocoso tenía unos 17 metros de ancho, síntoma hasta el tamaño de una casa, a una distancia segura de 980,000 kilómetros, más del doble de altura que la distancia entre la tierra y la luna.

Aunque no era un peligro, su velocidad de 28,520 kilómetros por hora y su trayectoria cercana hicieron un seguimiento en todo el mundo. La NASA lo clasificó como un neo (objeto casi ath), es decir, un objeto cerca del país, que llama la atención sobre su proximidad.

¿Cómo se reconocen estos asteroides?

Los asteroides como 2025 PR1 son reconocidos por telescopios especiales que escanean el cielo en busca de objetos móviles. Después de la identificación, su órbita se calcula con modelos matemáticos que permiten que su trayectoria predice con gran precisión. En este caso, los cálculos mostraron que no había posibilidad de efecto.

El sistema de monitoreo incluye redes internacionales como el Centro de Estudios de Objetos cerca de la Tierra (CNES) y el Programa de Defensa Planetaria de la NASA que trabajan juntas para identificar posibles amenazas con años o incluso décadas de anticipación.

¿Qué pasaría si uno de estos asteroides funcionaría?

Aunque en 2025 PR1 no había peligro, la pregunta sigue siendo lo que sucedería si un asteroide más grande afecta la tierra en la tierra. Los científicos estiman que los asteroides con un diámetro de menos de 10 metros pueden alcanzar la atmósfera cada década y pueden generar bolas de fuego o explosiones de sonido, como sucedió en Cheliábinsk, Rusia en 2013.

Los cuerpos más grandes, como Bennu, 500 metros, podrían causar daños regionales o incluso globales: incendios, terremotos, tsunamis y cambios climáticos.